En 1804, el día en que el invierno y la primavera se unen —el Encuentro de Nuestro Señor— en el barranco de Marićević, Serbia dio el primer gran paso en un camino de dos siglos hacia la libertad y la independencia. Ese mismo día, en 1835, durante la Asamblea de Sretenje, Serbia confirmó su condición de Estado al adoptar el documento jurídico más importante: la Constitución del Principado de Serbia, una de las constituciones más modernas y democráticas de la época, la primera constitución del Estado serbio moderno.
Los acontecimientos clave para la creación de la Serbia moderna están encarnados en dos figuras históricas clave de la época, Karađorđe y Miloš Obrenović, quienes, cada uno en su rol, personificaron el espíritu guerrero y la disposición para conquistar la libertad y la independencia mediante el uso de las armas, es decir, la habilidad para preservar la libertad duramente conquistada y defender el joven Estado, aún en formación, mediante actividades políticas y diplomáticas.
La historia bicentenaria de la Serbia moderna es una relación entrelazada y estrechamente vinculada entre estos dos principios, de acuerdo con las circunstancias históricas y el razonamiento político. Tras ambos principios se esconde una firme intención y determinación de preservar la integridad del Estado en la época moderna, a pesar de todas las tentaciones que Serbia ha enfrentado o enfrenta hoy, lo que se refleja en el hecho de que la República de Serbia es hoy miembro de pleno derecho y respetado de las Naciones Unidas.