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Oficios Antiguos - Fogonero

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Acerca de Oficios Antiguos - Fogonero

En las antiguas locomotoras de vapor, el verdadero artífice de su potencia no era el maquinista. Ese papel, pocas veces reconocido, recaía en realidad en la figura del fogonero.

Ser fogonero no consistía únicamente en arrojar paladas de carbón al fuego. En su trabajo debía combinar constantemente numerosos factores como las características técnicas de la locomotora, el peso del tren que remolcaban en ese momento, el trazado por el que circulaban, el nivel del agua o la calidad del combustible, para lograr en todo momento que la presión de la caldera se mantuviera siempre al máximo y lograr así que la máquina ofreciera todas sus prestaciones sin desfallecer. Incluso palear el carbón era toda una ciencia, ya que no se podía hacer a la ligera. Era preciso cubrir el emparrillado del modo más uniforme posible, para evitar que su acumulación excesiva en algún punto impidiera el paso del aire y dificultara su combustión o para impedir que el aire frio pudiera penetrar por alguna zona que careciera de él. Además, según las dimensiones de la máquina, éste podía ser un trabajo agotador. Las locomotoras «Santa Fe» de Renfe podían consumir hasta cuatro toneladas por hora mientras ascendían penosamente la dura rampa de Brañuelas (León).

Por si todo lo anterior no fuera poco, en las estaciones el fogonero debía cargar de agua los depósitos de la locomotora. Además, también tenía que revisar los múltiples puntos de engrase de las bielas, comprobar que los cojinetes de ejes y bielas no se habían calentado o ajustar con el martillo y la llave inglesa alguna pieza que se pudiera haber aflojado. En definitiva, un trabajo extenuante y que exigía la máxima atención, ya que cualquier descuido podía traducirse en una avería o una pérdida de potencia, con el consiguiente retraso en el servicio.

Museo Vasco de Ferrocarril Euskotren