Collioure, en la región de los Pirineos Orientales, fue elegido "Pueblo Favorito de los Franceses" en 2024 durante el programa de France 3 presentado por Stéphane Bern.
Para la edición de 2025, que tendrá lugar el 2 de julio a las 21:00 h en France 3, Stéphane Bern anunciará el "Pueblo Favorito de los Franceses 2025", elegido por los espectadores entre los 14 concursantes, 14 pueblos increíbles y ricos en historia y cultura.
Enclavado entre el mar y la montaña en el extremo sur de los Pirineos Orientales, una joya de la Costa Bermeja, Collioure fue elegido "Pueblo Favorito de los Franceses 2024". Bañado de luz, inspiró a pintores fauvistas como Derain y Matisse, ya que los colores de sus fachadas evocan los de los barcos catalanes.
Bañado por la luz especial que le confiere su encanto único, el pequeño puerto pesquero de Collioure, elegido "Pueblo Favorito de los Franceses" en 2024, ha logrado difundir su patrimonio mucho más allá de nuestras fronteras.
Esta incomparable bahía, enclavada a los pies de los Pirineos, donde comienza una costa rocosa, siempre ha atraído a visitantes del mar desde la época fenicia. Tanto es así que el pueblo ha conservado con esmero su faro, transformado en un emblemático campanario, que sirve de bandera de unión para artistas de todo el mundo, siguiendo los pasos de los famosos fauvistas. Los reyes de Mallorca no se equivocaron, ya que convirtieron esta fortaleza en su residencia de verano en los siglos XIII y XIV, mucho después de las primeras fortificaciones visigodas y mucho antes de la intervención de Vauban, que cambió radicalmente el trazado del pueblo, demoliendo la antigua ciudad alta para construir el glacis y la nueva muralla, bajo la protección de Nuestra Señora de los Ángeles, flanqueada por su precioso retablo. Inquebrantable, sin embargo, permanece el legendario y pintoresco barrio pesquero de Mouré, con sus sinuosos pero elegantes callejones y bodegas excavadas en la roca.
Pero nada podía reemplazar el desfile de las "belles" Catalanes, esas barcas de pesca de sardinas de colores orgullosos con nombres revolucionarios o religiosos, durante las tradicionales celebraciones de San Vicente, que rememoraban los días auspiciosos en los que cientos de ellas secaban sus velas en las playas de Boramar o Port d'Avall. Un pueblo dedicado a los sabores siempre cambiantes de las anchoas, el pequeño pez azul que nunca deja de retorcerse, que fusiona arte y pescadores en un ballet de inspiración diabólica durante más de un siglo.
Una hermosa historia, a veces oscura y seria, cuyo sabor permanece asociado a los vinos producidos con celo en las terrazas que dominan el pueblo, esculpiendo un paisaje a la vez salvaje y artificial, testimonio de la tenacidad de Colliourenc.